¿Cómo ayudar a nuestros peques a aprender del fracaso?
Sí, por supuesto los papis y mamis debemos enseñar a nuestros peques a perseguir sus objetivos. Que aprendan de nosotros las mecánicas para alcanzar el éxito y, ofrecerles herramientas para ello, es fundamental y será útil para su futuro. Pero no olvidemos que el fracaso es muy a menudo la antesala del éxito. En el futuro de nuestros hijos e hijas, cuando ya sean adolescentes o adultos, la mala gestión de un fracaso puede condicionar el resto de su vida. Por eso es esencial que empecemos desde muy peques a enseñarles a convivir con esas sensaciones menos agradables que el éxito, pero igual de útiles y necesarias en su desarrollo. No hay una edad ideal para empezar a hacerlo, simplemente debemos aprovechar las oportunidades que se nos presenten para enseñarles de manera natural. Un partido de algún deporte que haya perdido, un examen suspenso, un concurso en el que no han ganado… Son muchas las oportunidades cotidianas que nos servirán para que nuestros peques fortalezcan la gestión de esas emociones negativas y las conviertan en un incentivo para crecer.

Los peques aprenden de los mayores

Lo primero que debemos tener claro es que los peques son un reflejo de las emociones y la gestión de las mismas que hagamos sus papis y mamis. Si queremos que nuestro hijo gestione bien sus fracasos, los mayores tenemos que predicar con el ejemplo. En primer lugar gestionemos bien nuestros propios fracasos, afrontándolos con calma, hablándolos en familia, aprendiendo de ellos y tomando decisiones lógicas. Enfados, discusiones acaloradas, bloqueo… debemos dejar todo eso a un lado. También es importante que sepamos gestionar los fracasos de nuestros peques. Si ha perdido un partido de su deporte favorito, seguramente ya se sentirá bastante frustrado. No es necesario que nosotros le recordemos todos los errores que ha cometido o añadamos presión. Posiblemente muchas veces se haga para tratar de que el peque mejore, pero el refuerzo positivo, además de ser más eficaz, no menoscaba su autoconfianza . Aunque no es tan sencillo, y en la gestión del fracaso se puede profundizar mucho más, en este artículo vamos a centrarnos en pocos pasos y muy fáciles. Son la base de la gestión de este tipo de emociones. [caption id="attachment_1114" align="aligncenter" width="866"]Un fracaso es una enseñanza Un fracaso es una enseñanza[/caption]

Pasos para actuar ante un fracaso

En primer lugar, debemos hablar con naturalidad del fracaso. Hay padres y madres que no tienen en su diccionario la palabra “fracaso” o “perder”. Si es tu caso, esto tienes que cambiarlo desde ya. Nuestros peques tienen que entender que en este mundo se puede perder o ganar, y que el fracaso es una parte de la vida inevitable. Para ello, ante cualquier nueva actividad, debemos hablar con los peques de las posibilidades de ganar o perder. Compartir con ellos nuestros fracasos pasados para que no se sientan mal por perder, sirviéndoles como ejemplo de superación. Eso sí, sin presionar: la frase “si yo pude conseguir esto tu también deberías poder” sobra. En segundo lugar, debemos enseñar a nuestros peques a disfrutar del camino. Ganar no debe ser el fin último de sus actividades. Si nos obsesionamos con que gane todos los partidos en los que juegue o todos los concursos a los que se presente, podemos crear un sentimiento de frustración y repercutir en la autoestima de nuestros peques. Es preferible destacar la amistad que está creando con sus compañeros de equipo y disfrutar de los momentos de preparación en familia al presentarse a un concurso. De esta forma daremos valor al proceso y conseguiremos que se sientan ganadores incluso en la derrota, reforzando su autoestima y enseñándoles a disfrutar de lo que realmente es importante en su vida. Otro ejemplo de esto pueden ser las notas. Los papis y mamis solemos exigir siempre las mejores notas pero… ¿valoramos el esfuerzo de nuestros peques? A veces un 6 tiene detrás un esfuerzo tan grande como un 10. Si no valoramos ese 6 de forma positiva posiblemente estaremos restando motivación y consiguiendo que nuestros peques dejen de esforzarse, llevándonos luego la sorpresa de un 3.

Un fracaso es una enseñanza

En tercer lugar, demos valor a los fracasos. Por desgracia esto suena raro en nuestra cultura, pero en otros países es ley de vida; cada fracaso, cada error, es un aprendizaje de enorme valor. Nuestros peques pueden descubrir que cada error que cometen es una oportunidad para aprender y ser mejores en el futuro. Cuanto más grande sea su saco de errores, más preparados estarán para afrontar, dentro de unos años, su vida como individuos independientes. Por último, fomentemos que los peques sientan siempre el respaldo de sus papis y mamis. Debemos estar ahí para evitar que cometan errores demasiado grandes, pero también para ser su apoyo cuando no podamos evitarlo. Un abrazo, un beso, un “estoy aquí para ayudarte” o un plan alternativo para que nuestros peques puedan abstraerse, será el mejor regalo que les podamos hacer en muchas situaciones. Y, por supuesto, nunca debemos tapar sus fracasos. Si pierden, hay que asumirlo. No debemos echar la culpa al árbitro o conseguirle unos premios iguales a los de un concurso que acabe de perder para decirle que ha ganado, etc. De hacerlo, el fracaso será un completo desconocido para los peques, y cuando se lo encuentren con 16, 20 o 30 años, cuando no podamos evitarlo, no sabrán afrontarlo.

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